domingo, 28 de diciembre de 2008

Mercado de pulgas (anáfora global)


Venderé mis viñedos a las aves -venderé sus nidos-
El agua venderé a la luz del sol -me apropiaré del sonido-
El sol venderé a las plantas verdes -vendo atos de clorofila-.

Soy el vendedor de miserias que me las van a comprar.
Quiero vender este aire que apesta y se pudre -se putrefacta-
Quiero vender los mendigos, los ladrones que hay en mi ciudad,
en mi país, en el continente.

Tengo en promoción ciertos odios, ciertas dudas,
las infamias que recorren por la calle, los cables televisivos, las repetidoras.
Quiero exibir las heridas, mostralas, las tasen, las pongan precio.
Vendo en gran rebaja mis pasiones, la enfermedad que me afecta.

Vendo esos niños de dientes podridos que rien,
Vendo sus huesos todavía flexibles, sus juegos violentos.
Pongo en vitrina y muestro sus manos ennegrecidas del ollín de las aceras,
Seré garante de sus raterías y de su trabajo interminable,

Vendo sus ojos entristecidos, los vendo barato,
Vendo sus amanecidas, sus amarillentos labios,
Y sobre todo, su trabajo interminable.

Vendo la lluvia ácida, la radiación en las palabras,
Vendo el amianto, el asbesto, el plutonio esparcido,
el monóxido de carbono de los pulmones.
Vendo el plomo del cerebro, la idiotez les vendo,
Vendo el detergente caústico del corazón desbaratado,
Vendo el abandono del anciano, vendo su pensión y sus orines.

Traigo de mi tierra traiciones que también las vendo :
Un soldaducho de paja para que jueguen los cuervos,
Vendo un vómito de ministros, vendo la estafa.
Revendo a mis ambiguos hermanos, a mis falsos amigos.
Vendo bien presentados hambrientos,
hombres a ratos, a veces ratas infames. Las vendo.
Vendo amas de casa sin suerte, vendo putas en desempleo, vendo sidosos.

Vendo la zona del bosque con árboles asfixiados,
Vendo el trópico embarrado de valioso hidrocarburo,
Vendo peces intoxicados, vendo la fauna extinguida.

Le vendo al delincuencial mediodía.

Mi fardo está lleno, mis intestinos también ¡es una ganga !
Vendo mis heces fecales, mis pensamientos sobre la muerte.

Vendo la escoria aprendida en la escuela, en la U y en el cinema.
Vendo la deyección que mi cuerpo transpira
Vendo el contacto continuo con vosotros, el deambular de los gentiles,
El reloj puntual, el autobus ruidoso, cargado y solitario. Todo esto vendo.

Vendo para ustedes mis injurias, ¡compren !
Tengo mentiras entaladas, dichos repetitivos y vanos vendo.
Vendo vuestro silencio con ventaja
Su suculenta hipocresía, brotes frescos de palabrería vendo.

Cómprenme la noche y el día aunque no fueran mías
Cómprenme ese sembrío de ensueños
Esa masa de pobres en embalajes de tierra.

Vendo mis pies que ya no caminan, mis ojos enfurecidos.
Compren el desprecio que guardo para con dios y los suyos.

Vendo la voz marchita, esta voz callada de los nunca escuchados.

Compren y ganen mi vida, mi pueblo, mi suerte.

Cómprenme sin dinero
Que en la próxima esquina
muero.

Ginebra, XXVII – IV - MMIV

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